Nombre común: Doppelgänger
Nombre científico: Paranthropus mimic
Estado de conservación: Peligro crítico
Descripción:
Los doppelgänger son una especie originaria del sur de Europa. Pueden llegar a medir desde 1.60 hasta 1.80 metros de altura y pesar desde 50 a 80 kg en su edad adulta.
Se caracterizan por su inusual capacidad para alterar sus rasgos físicos. Esto con el fin de asemejarse lo más posible a un individuo de otra especie o raza. Las intenciones para ello son muy variadas, pero la razón más común suele ser la supervivencia. Pueden confundirse con los mimics ya qué comparten más del 50% de su ADN, pero son especies diferentes.
Dieta:
Son carnívoros; pueden comer carne de cualquier criatura que logren cazar. Esto incluye a seres humanos y otros humanoides semejantes, lo cual les convierte en un peligro potencial para los civiles.
Integración en la sociedad:
A pesar de ser animales sociales, los doppelgänger poseen tendencias depredadoras hacia otras criaturas sapientes; razón principal por la que no forman parte activa de la sociedad.
Suelen formar pequeños grupos o comunidades en sitios dónde únicamente viven individuos de su misma especie. Tienden a establecerse en lugares ocultos o de difícil acceso, con frecuencia drenajes, pueblos fantasmas, bosques, entre otros.
Algunos incluso pueden llegar a vivir toda su vida ocultos a plena vista, haciéndose pasar por civiles de otras especies. Se les facilita reconocerse entre sí incluso en estos ambientes gracias que emiten feromonas que solo ellos son capaces de detectar.
La mayor parte de los gobiernos considera a esta especie un peligro potencial para la sociedad. Por lo tanto, es común que en muchos países se anime a la población a deshacerse de ellos de cualquier forma posible, ofreciendo recompensas bastante elevadas por la ubicación de sus escondites e incentivando su caza descontrolada.
Granjas de doppelgängers:
China es de los pocos países donde los doppelgänger son legales, aun así, carecen de cualquier tipo de derechos, como en cualquier lugar. En el país abundan granjas dónde se crían en cautiverio desde su nacimiento hasta su madurez, para su posterior consumo. Su carne es muy cara y se considera un manjar en los países a los que se exporta, principalmente a Asia y Europa. El precio de la carne varía según la calidad de la granja y la edad del individuo.
No es inusual saber de gobiernos y organizaciones que compran doppelgängers de granjas a un muy alto costo para así poder entrenarlos y utilizarlos cómo espías. Para mantener su precio por las nubes, la mayoría de estas granjas mantienen el estricto requisito de su esterilización antes de realizarse la transacción. Se rumorea que sus principales compradores llegan a ser la CIA, el FBI y algunos gobiernos.
Morfología:
Se caracterizan por ser seres humanoides que pueden modificar su morfología, normalmente suelen tener entre 350 y 370 huesos, unidos con cartílagos y una cantidad variable de huesos provisionales que se forman lentamente en un proceso doloroso que puede variar entre semanas y meses cuando necesitan crecer de tamaño. O por su contraparte, pueden contraerlos y juntarlos para bajar de estatura y/o tamaño.
Pueden alterar con la cantidad de melanina en su cuerpo así como modificar a voluntad sus rasgos faciales. Esto con el fin de asemejarse lo más posible a la apariencia de otro individuo, independientemente de su especie, género o raza.
Nacen con una forma humanoide, con piel gris y ojos y cabello negro. Nunca suelen variar mucho en sus rasgos físicos. Se les dificulta mucho alterar su aspecto en sus primeros años de vida, lo que les dificulta mucho sobrevivir a la primera infancia.
Métodos de detección y caza:
Todas las especies (exceptuando a los suplantadores) pierden sus transformaciones gradualmente al no estar conscientes de ellas; un método común para detectarlos es noquearlos para confirmar su especie antes de cazarlos.
Para rastrearlos se suele utilizar perros, hombres perro e incluso a doppelgängers domésticos para detectar su olor y seguir su rastro hasta sus escondites.
Existen gases e incluso fármacos que les impiden realizar sus cambios de forma, estos son utilizados frecuentemente en las granjas para impedir fugas.
De las diferentes maneras de cazarlos las más comunes son las siguientes:
-Colocar trampas de oso alrededor de sus refugios.
-Armas de fuego.
-Bloquear las salidas y quemar sus escondites.
Semidoppelgängers:
En la mayor parte del mundo se encuentran prohibidos los matrimonios entre doppelgangers y otras especies, así como también los híbridos que podrían traer estás relaciones. Los castigos en caso de incumplir está norma puede ir desde multas, prisión e incluso la muerte para el doppelgänger, dependiendo del país en que se esté.
Los mestizos de doppelgängers con padres de otra especie son muy raros de ver. La mayoría nace aparentando ser un infante normal de la especie de alguno de los progenitores. Uno de cada cinco niños con estas características genéticas nace replicando al 100% los genes de uno de sus padres.
Poseen derechos en una minoría de países, aunque son muy básicos y con muchas limitaciones. Tienden a ser discriminados e incluso, repudiados, incluso más que a los doppelgänger comunes.
Subespecies
Doppelgängers comunes (paranthropus mimic):
Los doppelgänger comunes son la subespecie más antigua de la que se tiene registro. Están en peligro crítico gracias a su caza, legal su mayoría. Tienden a vivir en comunidades subterráneas, ya sea búnkeres abandonados o alcantarillas. Esto con el fin de esconderse de su creciente número de cazadores. No presentan características únicas muy destacables entre otras subespecies.
Doppelgängers suplantadores:
Los doppelgänger suplantadores son conocidos por tener una misteriosa maldición de la cual aún no se tiene conocimiento exacto de su origen, pero se cree que podría tener más de un siglo de antigüedad. Esta maldición afecta sus cambios de forma, haciéndolos imprecisos y propensos a desarrollar deformidades, malformaciones fetales (en el caso de las embarazadas) o cáncer a largo plazo si esos cambios en su apariencia persisten más de algunas horas.
El único modo conocido hasta la fecha para contrarrestar los efectos de esta maldición es comerse a la persona a la que se desea imitar; lo cual también vuelve esa transformación semipermanente, permitiendole al individuo conservarla incluso en estado de coma.
Doppelgängers asiáticos: (paranthropus mimic familiaris):
Los doppelgänger asiáticos son una variante doméstica perteneciente al oriente de Asia. Descendientes de doppelgängers comunes, gracias a la crianza selectiva practicada en las granjas desde hace un siglo, son mucho más dóciles y tienen mayor facilidad para las transformaciones que otras de sus subespecies.
Son criados en cautiverio desde su nacimiento hasta su muerte. A pesar de que en libertad su esperanza de vida sería similar a la de un humano, en las granjas el promedio puede variar de entre 2 y 35 años, dependiendo de la calidad de la carne.
Martes 27 de octubre 2021
Querido diario.
Hoy fue un día muy… No lo sé… cansado, supongo.
Tuve una conversación con unos compañeros de trabajo en la mañana, que honestamente, me dejó con un sabor muy amargo en la boca.
Todo ocurrió en la cafetería, justo a la hora del desayuno. Un lugar que gracias a dios no frecuento mucho, comer junto a otras personas me pone nervioso.
Hoy fue una pequeña excepción. No cené anoche así que tenía el estómago vacío, justo ayer se acabaron los vales de despensa. Siempre se terminan dos días antes de recibir mi paga, como siempre, odio eso. Si comiera un poco menos, tal vez saltandome algunas cenas, alcanzaría bien, supongo. Pero creo que me desvíe un poco de mi anécdota o lo que sea. Bueno, continuemos;
Cuando entré en el lugar, esos dos compañeros estaban sentados en una mesa, la del rincón más solitario del lugar. Apenas sabía sus nombres, pero los reconocí y entonces pensé: "oye, ¿Por qué no socializar un poco? Parecen buenas personas ¿No?".
—No me pagan una miseria. Apenas llego a fin de mes apretando el gasto ¿Puedes creerlo? —Se quejaba uno de ellos cuando me senté con mi bandeja en su mesa, guardando mi distancia, claro. El tipo se llamaba Mike Anderson, siempre que he hablado con él es así. Solo se queja, y se queja, y se sigue quejando. Creo que ni siquiera se dio cuenta de mi presencia. Estaba muy inmerso en sus preocupaciones. Podría haber caído un meteorito detrás de él y probablemente seguiría quejándose.
El otro tipo era un tal Jack Anthon. Un elfo de mal carácter, orejas puntiagudas y cara de pocos amigos. Al igual que yo, es un contraespia. Por lo que dicen, solo es agradable cuando está metido en algún personaje. Jack volteó hacia él y gruñó.
—Tienes un buen sueldo, viejo —dijo en un tono antipático antes de cruzarse de brazos—. Que tengas cuatro hijos y vayas por el quinto, no es problema de ningúna agencia.
—Por eso nunca te invitan a las fiestas —balbuceó Anderson.
Ambos se quedaron en silencio después de eso, se sintió muy incómodo. Esos dos no parecían ser los mejores amigos en lo absoluto. Al agente Jack no pareció importarle tanto, solo rodó los ojos y sacó su teléfono, empezó a mensajearse o algo así. Mike solo lo miraba con odio y sin dejar de hacerlo, se llevaba algunos cuantos bocados de comida a la boca de vez en cuando. Tal vez, pensando en algo inteligente que decir, porque abrió la boca justo antes de que yo le robara la palabra.
—¿A ustedes les pagan ya saben… Con dinero real?—pregunté—. ¿Cuánto tiempo tendría que pasar antes de que me den un sueldo así y no… y no un pago total en vales de despensa? El jefe me dijo que normalmente son como de 12 a 15 años, dependiendo de cuánto trabaje. Por eso doblo turno casi todos los días.
Ambos se sobresaltaron y voltearon hacia mí en cuanto me escucharon. Era como sí hubieran visto un fantasma. Supongo que soy muy callado o no hago mucho ruido al caminar cuando no estoy en servicio, creo. O no lo sé, a algunas personas les incómoda ver a un doppelgänger en su forma original.
—Oh, creo que nadie le ha dicho —susurró uno de ellos.
—¿Decirme qué? —pregunté.
El elfo me miró feo. Tal vez según él, no debí escuchar eso o lo que sea; pero susurraba muy alto el imbécil.
Él cerró los ojos y se llevó una mano al entrecejo, aunque no pudo evitar una ligera sonrisa.
—Mira niño, nunca te van a pagar ¿Sabes porque estás aquí? Porque a un humano tendrían que pagarle casi la mitad de lo que costó comprarte a tí a la quincena.
Le dije que miente. El hijo de perra insistió que nunca me van a pagar. Solo tiene envidia de qué el jefe me felicite por mi esfuerzo a mí y no a él. Es la mentira más descarada que he visto. Anderson solo observó cómo peleabamos, pero no hizo nada para evitar que el elfo odioso siguiera molestandome.
Entonces me levanté y me fui un poco a la mierda cuando sentí mi autocontrol ceder ante las ganas de golpearlo en la cara. Cómo odio a los elfos. Y pensar que he tenido que tomar la forma de uno más de una vez.
Miércoles 28 de octubre 2021
Querido diario.
Hoy me quedé hasta tarde, otra vez. Es la segunda vez en la semana.
No me quedé por algo en específico, sólo no tenía nada que hacer después del trabajo. No tengo ningún pasatiempo, amigos, ni familia como desde… el jardín de infantes, creo. Mis opciones en el tiempo libre son un poquito… Limitadas.
Quisiera aprender a tejer o algo así, aunque sería bastante difícil conseguir dinero para un estambre.
Llegué a interesarme por la escritura un tiempo. Fue… No lo sé. Me enamoré de ese arte cuando tenía como catorce o quince, pero mis estudios en ese tiempo consumían toda mi energía y… Lo dejé para darle prioridad. Recuerdo que en ese entonces apenas tenía tiempo libre para dormir.
No tengo nada en especial que contar, pero me gusta escribir este diario, me hace sentir más tranquilo y menos solo a pesar de no poder escribir la mayor parte de mi día, porque ser muy detallado sobre mi trabajo, podría ser un tiro por la culata. Me gustaría escribir más seguido.
No lo sé, tal vez volver a escribir ficción. Eso me encantaría pero… No lo sé, un pony viejo no aprende trucos nuevos. Sería un desperdicio de tiempo.
Cambiando radicalmente de tema, aun me siento mal por lo de ayer con el agente Jack y el agente Mike. No por la estupidez de que nunca me van a pagar, más bien por lo que hablaron a mis espaldas cuando me levanté y me largué. Ni siquiera había avanzado ni un metro cuando Mike preguntó casi en un susurro algo así como:
—¿Quién es él?
Jack respondió con indiferencia.
—Oh, ¿él? Es… Veamos si lo recuerdo; cinco, cuatro, tres, tres… Uh, no lo sé. Su nombre real es un código numérico muy largo. Le decimos Hachiko. Es el doppelgänger doméstico que le asignaron al F.E.M. hace como tres o cuatro años.
—Perdón por la ignorancia, pero ¿Que es un doppelgänger?
—Oh, solo es un animalillo que se sirve en platillos de lujo. Deberías probarlo si tienes la oportunidad, son una delicia.
Honestamente, se sintió horrible escuchar eso. Siento un lío de emociones cada que lo recuerdo. A menos que sea algún tipo de broma de mal gusto, se siente horrible que te digan que serías un genial aperitivo en un restaurante de cinco estrellas ¿Sabes?
Jueves 29 de octubre 2021
Querido diario.
¿Recuerdas al idiota de ayer? Al agente Jack Anthon, si, a ese elfo pesado. Volví a encontrármelo.
Era casi hora de salida cuando se acercó a mí. Yo estaba muy cansado y solo quería irme a casa.
El elfo se acercó y me tomó del hombro. Me miró con lo que yo creo que fue tristeza o lastima y preguntó por la razón de mi llanto. Yo no estaba llorando. Bueno, puede que un poco. Tal vez lloré algo. Bueno, si, lloré bastante. Quisiera haber podido decir que era una actuación para algún espionaje, pero nisiquiera estaba en servicio aquel día. Solo estuve haciendo documentación falsa, todo el jodido día. Pero mi razón para llorar tampoco era algo para darle mucha importancia. Solo exageré un poco.
Simplemente nadie se acordó de algo que era un poco… importante para mí. Algo estúpido. Lo sé. Pero no sé por qué aun me sentía mal. Me di demasiada importancia sabiendo que a nadie le importo.
Estaba muy incómodo y solo quería largarme a un lugar dónde pudiera llorar en paz, pero él siguió insistiendo. Puede que haya llorado un poco más de la cuenta después de eso. No sé qué me pasó, apenas podía articular una frase cuando cedí ante sus demandas y le conté todo.
Jack me dio un abrazo y me invitó un panecito de la cafetería.
—Feliz cumpleaños —me dijo.
Aunque todavía lo odio un poco, admito que fue muy amable de su parte. Le agradezco mucho eso. Nunca había tenido un cumpleaños tan… ¿Cuál es el antónimo de solitario?
Viernes 30 de octubre 2021
Ya debería de dejar de decir "querido diario" cada nueva entrada, sueno a niña de 13.
Hoy fue día de paga. Como es de costumbre, solo me dieron algunos vales de despensa, y un chocolate como una paga extra.
Hace rato Jack se disculpó conmigo por ser tan odioso el día que lo conocí, dice que iniciamos con el pie izquierdo ¿O era el derecho? En fin, creo que ya no lo odio tanto. Incluso podría decir que somos amigos. Estoy muy feliz, hace tiempo no tengo un amigo, de hecho, creo que nunca tuve uno. Escribiría un poco más, pero estoy muy cansado. Me dormiré temprano hoy.
Domingo 1 de noviembre 2021
A veces no sé por qué escribo. Es un pasatiempo extraño, pero me gusta escribir esas cosas que me voy a llevar a la tumba. Cosas que nunca le contaría a nadie, como estuvo mi día, por ejemplo.
A veces me gustaría qué mi madre estuviera aquí, conmigo. Poder contarle todo esto sería increíble. Ni siquiera sé que fue de ella, pero es obvio; ambos venimos granja de doppelgängers. Gracias a un golpe de suerte, fui seleccionado para convertirme en contraespía en lugar de ser el platillo principal en un restaurante de cinco estrellas. No me gusta hablar mucho del tema.
Y bueno, fue otro día bastante bueno. Después de casi una semana de espera, al fin me asignaron una nueva identidad. Ahora mi nombre es Juan Rodríguez, un pasante universitario oriundo de Guatemala… ¿O era de México? Mi carrera es… Mierda. Necesito memorizar bien mi coartada para mañana, errores cómo éstos sólo serían muestra de una tremenda falta de profesionalidad que en el menor de los casos, podría delatarme.
Miercoles 4 de noviembre 2021
Querido diario.
Hoy me quedé hasta tarde, como siempre.
Cuando estaba por salir caminaba tan cansado que apenas me sentía consciente de mi propia existencia. Fue cuando, por estúpido, me tropecé con el director de sitio, el doctor Richard Llamas. Casi me muero del susto cuando me di cuenta de que era él. Pensé que me iba gritarme, pero solo me pidió que tuviera más cuidado.
Hubiera sentido una enorme admiración por ese hombre, si no fuera por un pequeño detalle que me dejó helado. Un olor a doppelgänger, uno jodidamente fuerte.
Lo reporté inmediatamente. Fue una larga noche; tuve que quedarme para asegurarme de qué atraparán a ese cabrón. Le retuvieron y le hicieron pruebas de todo tipo; sangre, orina, ADN, ya sabes, lo normal en este tipo de situaciones. Hubiera sido todo más fácil si se hubiera puesto nervioso o algo así, pero no lo hizo. Ninguna de las pruebas confirmó nada, tampoco. De hecho, en todas afirmaba un origen semielfico. La corrupción en este lugar es… Mierda, debe tener algún cómplice que saboteó los resultados. Oh, dios, pobre del Richard Llamas original. Me siento impotente por no poder hacer nada ante esto.
Todo el F.E.M me lanzó una mirada asesina cuando todo se "aclaró". Fue humillante. El supuesto director de sitio fue menos severo, tenía una mirada como… como la de un zombi. Se nota a simple vista que no es el original, un archimago tan poderoso y experimentado no puede verse tan patético. Ese tipo no parecía no tener alma.
—Si tienes inconvenientes conmigo, presenta una queja con recursos humanos. Las acusaciones falsas son una cosa muy seria, niño —me dijo. Y luego, se encerró en su oficina.
Me pregunto que mierda tendría que estar haciendo un espía para estar tanto tiempo allí. Debe tener bastante experiencia en esto. La mayoría de espías novatos se derrumban en cuanto les hablan de un exámen de sangre. Lo de siempre, se ponen a llorar y dicen que tienen familia o alguna estupidez así. El caso más raro fue la vez qué un tipo le arrebató el arma a un guardía y comenzó un tiroteo. No duró ni dos minutos vivo después de eso.
Supongo que voy a consultar con la almohada que hacer. Seguiré escribiendo mañana.
Jueves 5 de noviembre 2021
Hoy le conté a Jack sobre lo que ocurrió, con mi nueva identidad se supone que no lo conozco y yo sé que hablar con él podría delatar todo mi trabajo, pero no podía evitarlo. Tenía que hablar de esto con alguien que realmente confiase en mí, y creo qué es mi único amigo.
Él se incomodó. No parecía creerme. Me dijo que podría ser síntoma de esquizofrenia. Me cuesta admitirlo, pero puede que sea verdad. Me pidió que no vuelva a hablar sobre tema por mi propio bien. Dijo que un doppelgänger con problemas de salud es un gasto innecesario para la agencia. Me dijo que a ellos los… Me dijo que los sacrifican. :(
Supongo que solo queda fingir que no pasó nada y esperar a qué ese impostor no haga nada en mi contra. Tengo miedo. ¿Y si es cierto lo que dijo Jack y necesito un psiquiatra? Si tan sólo me pagarán podría buscar ayuda profesional sin que la agencia se entere de que la necesito. Estoy un poco confundido.
Estos días han sido agotadores. Creo que solo… Me siento un poco sólo. Creo que extraño a Jack. Es raro. Tal vez me esté pasando factura tener que doblar turno todos los días. Pero me prometieron qué si lo hago todos los días, en diez años podré por fin recibir un sueldo real. Serían quince o veinte trabajando normalmente.
Creo que dejaré de escribir hasta nuevo aviso, necesito concentrarme más en el trabajo. Hay un espía al que necesito sacarle todo lo que sabe lo más rápido que pueda. Talvez el me mencioné lo que quiero saber sobre Richard Llamas.
Viernes 6 de noviembre 2021
Hoy estoy muy cansado para escribir, tal vez lo haga mañana. He estado muy ocupado, quizá no escriba en un tiempo.
Miércoles 11 de noviembre 2021
Ya no lo soporto más. Odio mi vida. Todo el mundo me trata como la mierda y estoy harto de fingir que no es así.
Llevo años con una venda en los ojos para soportar ver mi jodida realidad, detesto todo esto. Ya no puedo más con esto.
¿Qué me hizo explotar? Todo. Simplemente todo. Me odio. Odio a todos. No sé cómo debo sentirme ante esto. Quisiera que la tierra me tragase, simplemente. Estoy angustiado, al mismo tiempo triste y enojado. Todo el mundo prefiere una feliz mentira que una triste realidad, y yo también lo hago.
Lo que pasó exactamente es que le pregunté a mi jefe si era cierto todo lo que mis compañeros murmuraban sobre mí.
—si es cierto o no, es cosa que no te incumbe. Solo, muévete, ve y ponte a trabajar—respondió. Se puso nervioso cuando le insistí y me gritó que soy un malagradecido. Ahora me siento mal por esto. ¿Y si es cierto? ¿Soy un malagradecido?
No lo sé, solo estoy harto de que me traten como si tuviera trece años. Siento que solo estoy justificado mi actitud vacilante ante mis autoridades pero… Supongo que ya no soy un mocoso como para no entender lo que pasa. Mierda, si me estoy justificado.
Creo que mi amigo tenía razón. Algo dentro de mi quiere largarse de aquí, pero mi yo racional me dice qué simplemente soy un niño inmaduro que no puede soportar un par de órdenes cómo todos los demás. Y aunque huyera a algún lado, la agencia no tardaría ni dos días en encontrarme por el rastreador en mi brazo izquierdo ¿Sabes?
Me siento indeciso. Debería pedirle un consejo a Jack, supongo, pero ya no debería hablar con él en horario de trabajo, es sospechoso. En una semana o dos terminaré con este espía y aprovecharé para hablar un rato con él.
Viernes 13 de noviembre 2021
Jack, sé que estás leyendo esto. Agradecería si por favor dejaras de tomar mis cosas cada que no estoy mirando; leer mi diario es una total falta de respeto a mi privacidad. Aunque da igual, no es como si fueras a volver a hacerlo.
¿Sabes? Me hiciste pensar que por primera vez en mi vida, tuve un amigo real. Alguien a quien realmente le importaba y esa clase de cursilerías.
Eso fue hasta hace dos días, cuando un espía me habló de ti. Me habló de que como eres de los mejores en la compraventa de información.
Debería acusarte. Debería hacer que no veas la luz del sol otra vez. Debería hacer muchas cosas en realidad. Pero no puedo. Solo, lárgate de aquí antes de que me arrepienta y quema este diario. Confesaré todo. Confesaré que ayudé a un espía cuando tú estés lejos de esto. Tal vez en mi carta de suicidio. Puede que simplemente me lleve todo a la tumba, no lo sé.
Me dejaste muy mal, pero supongo que no puedo darte todo el crédito. Solo rompiste algo que ya estaba roto. Perdón y adiós. Te quiero.
—Veinte, veintiuno, veintidós… —murmuraba en un tono apenas inteligible—, falta uno —concluyó. Entonces, el hombre miró a sus alrededores y luego de unos segundos, señaló en una dirección—. Ese mocoso intenta escaparse, ¡Por allá, mira! Ve por él, rápido. Tenemos que irnos ya —ordenó a su compañero.
Él rodó los ojos. Era nuevo y realmente, no parecía muy emocionado por su nuevo empleo. Guardó su teléfono en el bolsillo trasero de su pantalón y a regañadientes, obedeció.
Caminando a un paso no muy rápido por los pasillos, lo siguió. El fugitivo era un chiquillo delgado, bajo y débil que rara vez se hacía notar, hasta ahora, claro. Algo más normal de lo que parecía. Nunca faltaba alguien que armaría un escándalo en una que otra ocasión. En una granja productora de carne considerada de baja calidad como esa, era muy normal ver doppelgängers ansiosos o asustados. Eran criaturas bastante inteligentes, con pleno conocimiento sobre el matadero.
A los empleados no solía importarles mucho que sucediera dentro de las cabezas de lo que ellos solo consideraban «ganado» y en algunos casos, incluso llegaban a verlos como bestias hambrientas de sangre que les harían cosas peores a los humanos si tuvieran la oportunidad. Él no era una excepción.
No sabía, ni le importaba entender el terror que la pobre criatura sentía. Ni mucho menos, saber qué a la velocidad que su corazón latía mientras daba su mayor esfuerzo por huir.
A pesar de todo, su perseguidor no se molestaba en correr; sabía que no llegaría muy lejos de todas formas. Se cansaría en algún momento y ambos lo sabían.
Al final de un pasillo, entró en uno de los dormitorios, esos que abundaban en el edificio. Entre los residentes, solían informalmente llamarlos simplemente «celdas», cuando los cuidadores, que ellos llamaban «guardias», no estaban cerca para prohibírselo.
«Mocoso estúpido —pensó—, ya no tiene a dónde correr».
Ese lugar, a diferencia de lo que creía el hombre, no era un callejón sin salida elegido al azar en un simple y desesperado intento de huir. Era su habitación; un cuarto medianamente grande que había compartido desde su nacimiento con su madre y uno de sus hermanos mayores. Él debía haber tenido tres años cuando se lo llevaron. No sabía a dónde, pero a juzgar por la reacción de los demás, no parecía un buen lugar. Su madre lloró ese día, por meses, en realidad.
Apenas entrar se encontró con ella. Estaba de espaldas, miraba por una ventana abarrotada que daba al patio. Se acercó corriendo y la abrazó. Estaba temblando. De un momento a otro, rompió en llanto, cómo cualquier niño de su edad hubiera hecho en un contexto parecido. Ella se agachó a su altura y limpió sus lágrimas.
—No de-… No dej-jes que me lle-lleven… —suplicó—, tengo miedo, mami.
Ella le sonrió, se veía cansada y parecía igual de triste que siempre. La mujer se sentía culpable, cómo si realmente pudiera hacer algo para evitar lo que se encontraba fuera de su poder. Estaban en una granja, y ese tipo de cosas pasan en una granja.
—Todo estará bien, te lo prometo —mintió para tranquilizarlo. Le dolía verlo sufrir.
Entonces, quién había estado recargado en el marco de la puerta y presenciando la escena durante un buen rato, hizo al fin notar su presencia. Entró al cuarto con los brazos cruzados, en un paso muy, muy lento. No quedaba tiempo; su camión estaba a punto de partir.
—Está bien, niño. Tu mamá dice la verdad. No va a pasarte nada. De verdad. —Entonces, trató de acercarse lo más lento que pudo, intentando tranquilizarlo. Solo quería llevárselo de una vez por todas y acabar con esto. Cada vez que algo así ocurría, solo podía pensar en qué no le pagaban lo suficiente por su trabajo.
La criatura solo reaccionó escondiéndose detrás de las piernas de su madre. Temblaba y lloraba, sin emitir un solo ruido. Le rompió el corazón a la mujer, pero ella, aun así, no hizo nada para ayudarlo. Lo había intentado tantas veces antes, que ya no le veía el sentido a oponerse a lo que le harían, tarde o temprano, a cada uno de sus hijos.
El hombre frunció el ceño y sin mucho esfuerzo ni delicadeza, tomó al pequeño por la muñeca y lo arrastró lejos de la vista de su pobre madre. Ella solo se quedó parada allí, sin hacer o decir nada. El niño giró la vista hacia atrás solo para verla romperse en llanto en un rincón. Ambos sabían que lo que la vida le deparaba no era nada bueno.
Despertó. Una que otra lágrima recorría sus mejillas. Estaba sudado y respiraba con dificultad. Inhaló y exhaló una y otra vez, hasta calmarse un poco. «Soló otra pesadilla… —pensó—, o bueno, sería genial, hubiera sido solo otro mal sueño, ¿No? Uno del que si se pudiera despertar».
Entrecerró los ojos y se estiró con pereza. Miró a su alrededor y se sentó en la cama. «Bueno, pero pudo haber sido peor, o eso creo».
«Pudo haber sido mucho, mucho peor. Sé agradecido. No maldigas. No, no lo hagas… Sé agradecido», pensó, otra vez. Vestido para la oficina, caminaba hacia su lugar de trabajo, con el estómago vacío. Los vales de despensa eran la única recompensa por sus esfuerzos, y se habían acabado anoche.
A pesar de qué no tenía el sueño ligero, lo despertó un sonido muy tenue. Murmullos a la lejanía. Pasos acercándose.
Sus ojos se abrieron de par en par. Sin ninguna razón aparente, el terror recorría cada rincón de su cuerpo. Su corazón latió cómo si quisiera explotar. Su pecho subía y bajaba bruscamente en cada respiración.
Se sentó en la cama y miró a su alrededor, desconcertado. No reconocía el lugar donde se encontraba. Una habitación pequeña y sin un solo mueble además de la cama en la que hace tan solo unos minutos, estaba dormido plácidamente. Sentía que la cabeza le iba a estallar. Un agudo pitido resonaba en su oído derecho. Estaba aturdido.
La puerta estaba abierta. Allí, recargado en el marco yacía un hombre de la mediana edad, por lo que parecía. Parecía un simple oficinista, pero aun así, algo en su mirada le puso la piel de gallina. Un nudo se formó en su estómago. Agachó la mirada, temeroso por volver a encontrarse con la suya.
—¿Tuviste una pesadilla? —preguntó el extraño en un tono que no demostraba mucho interés—. Dormiste demasiado, ¿Te sientes bien?
El doppelgänger apenas consciente de lo que dijo, no respondió una sola palabra. Estaba mareado. Desorientado. Tenía miedo. Pero a pesar de todo, mantuvo la compostura y ocultó ese sentimiento de incertidumbre en lo más profundo de su ser. Se limitó a asentir con la cabeza después de unos segundos.
Ambos se miraron en silencio por algo que se sintió cómo la eternidad misma. Justo cuando comenzaba a sentirse tranquilo, volvió a la tensión. El desconocido había entrado a la habitación. A un paso muy lento se acercó y se sentó a los pies de la cama. Este suspiró, parecía frustrado. Decepcionado.
—Recuerdas quién soy, ¿no? —murmuró. Cerró los ojos y le dio un largo trago a la taza de café que sostenía entre sus manos. Todo lo que obtuvo como respuesta, fue una tímida negación con la cabeza—, Bueno. ¿Cómo te explico? —dijo, aunque claramente no esperaba una respuesta. Tenía la mirada perdida en el techo—. Seré breve contigo, muchacho; tienes amnesia.
Silencio. Otra vez. Pareció durar más que el anterior. El doppelgänger frunció el ceño, cerró los ojos y se llevó una mano a la cabeza. Fue cuando se percató de la venda que cubría su frente y se enrollaba descuidadamente una o dos veces alrededor de su cabeza. En un intento estúpido de no preguntarse por el motivo de los vendajes, se imaginó lo desarreglado que debería parecer su cabello en ese momento.
—¿Yo?… Ten-… ¿Amnesia?… —Fueron todas las únicas palabras que pudo articular. La confusión no hacía más que aumentar con cada segundo que pasaba.
—Amnesia —repitió—. Puede que recuerdes lo que olvidaste, algún día. Puede que no. Solo el tiempo lo dirá.
No respondió. Estaba pensativo. Reflexionando si le convenía preguntar sobre lo que había pasado. Tenía miedo de no obtener respuesta alguna. Miedo a ser víctima de un secuestro, o algo peor. El hombre sentado a los pies de su cama se dio cuenta de esto. Sabía lo que podría estar sintiendo, y su trabajo era calmarlo.
—Recuerdas quién eres ¿O no?
—Eh… Si, eso creo, señor.
—Y recuerdas estar en el último año de la academia ¿Cierto?
—Lo estoy…
—Eso es lo que crees. —Hizo una pausa, pensando en cómo explicárselo. Nunca había trabajado hecho algo así—. Mira, niño, soy tu jefe. Llevas cuatro años trabajando para esta agencia. Perdiste parte de tus recuerdos en una operación muy riesgosa… y bla, bla, bla. Puedes tomarte una semana de descanso antes de volver a tus actividades normales —gruñó.
Entonces se levantó, dispuesto a marcharse. Parecía incómodo e irritado. Solo quería terminar con eso de una vez por todas.
El joven, con más dudas que respuestas se levantó lo más rápido que pudo, casi cayendo de la cama cómo consecuencia.
—¡Espere! —chilló cuando estaba a punto de salir—. ¿Qué ocurrió exactamente? ¿Cómo perdí la memoria?
El hombre se giró. Rodó los ojos y suspiró disgustado.
—Una organización criminal te descubrió en una misión encubierta. Te secuestraron y te hicieron eh… Cosas feas. Por suerte, te rescatamos antes de que fuera demasiado tarde. Aunque bueno… Ya sabes, lo de tu cabeza.
—Entonces… ¿Podría decirme que lugar es este?
—Haces muchas preguntas. Llámalo «tu nuevo hogar» —dijo—, Nuestra agencia valora tanto a empleados tan disciplinados cómo tú, que les proporciona comida y un lugar donde quedarse. —Entonces le dedicó una sonrisa tan falsa como la de una azafata que desapareció en cuanto se giró, volviendo al gesto gruñón de hace unos minutos.
—¿Puedo volver al trabajo inmediatamente? —preguntó el joven.
A pesar de estar confundido, desde pequeño siempre se había preguntado cómo sería el mundo laboral, y no dejaría pasar una oportunidad como esanto despertaría en una litera rodeada por sus molestos compañeros de academia.
Su jefe se volteó hacia atrás y lo d
—¿Seguro? —preguntó, recibiendo un rápido gesto con la cabeza. Uno afirmativo—. Bajo tu cama hay una caja con ropa más o menos formal. Vístete. Si piensas presentarte a trabajar, claro.
Silencio. Otra vez. La puerta se cerró. El joven se llevó una mano a la cabeza en un pequeño intento de calmar un poco el dolor. Quería arrancarse las vendas. No le importaba que tan herido estuviera, le comenzaba a dar comezón.
Una hora después, ya estaba dentro de las oficinas donde solía trabajar, antes de olvidarlo todo, claro. Se volvió el centro de atención apenas pasar por la puerta de entrada. Desde sus cubículos, sus compañeros no despegaban su
Incómodo, se sentó en el lugar qué alguien le indicó palmeando el asiento. Ese era su cubículo de hace mucho, mucho tiempo.
—Usualmente no haces trabajo de oficina —le dijo uno de sus compañeros, el del cubículo de a lado. Un hombre de ojeras moradas y corbata mal ajustada—, pero estás lastimado y necesitas descansar. Trabajarás algunas semanas en escribir documentos falsos, conmigo. Divertido, ¿No?
El doppelganger, cómo no recordaba ninguna de sus experiencias trabajando en la agencia, solo asintió, en completo silencio. Estaba tan callado que después de unas cuantas horas allí, alguien ya murmuraba con sus colegas sobre el rumor de cómo le habían arrancado la lengua.
Se sentía cómo pez fuera del agua. Como si fuera un recién egresado de la academia, tenía miedo a causar una mala impresión. Estaba nervioso. Incómodo.
Una extraña sensación de intranquilidad lo azotaba desde que despertó. Cómo si algo importante se le olvidara, porque así era.
Para distraerse volteó hacía una esquina, dónde, en un cubículo cercano estaba sentado un elfo scansaban al menos tres latas de bebidas energéticas. No hacía nada en el teclado, solo miraba deprimido al monitor. O bueno, eso hasta qué se percató de la mirada del doppelgänger posada en él. Pareció despertar de un trance, sus ojos se abrieron del todo y su postura, a
No entendía qué le parecía tan extraño en esa cara. El elfo volvió al trabajo en cuanto salió del trance. Se notaba avergonzado. Quería acercarse y averiguar su nombre. Algo en él le causaba mucha curiosidad.
No fue un día muy pesado. Nadie esperaba a qué siquiera hiciera algo más que preguntar cosas qué hace años dominaba a la perfección. y todos allí lo sabían.
En algún momento, se levantó al baño. Caminó por los pasillos del lugar. Pensando una y otra, y otra vez sobre todo lo que había pasado ese día. Su respiración se volvió lenta. La soledad del pasillo era tranquilizadora. Casi murió de un infarto cuando recibió por la espalda un fuerte abrazo.
—Dios mío ¡Pensé que estabas muerto! —exclamó. Era el elfo con el que cruzó miradas en la oficina—. Te extrañé tanto, Alex… Dios mío, todo esto fue por mi culpa. Si yo no te hubiera hablado de… De… Ejem, eso.
Rompió el abrazo. Se giró para mirarlo a los ojos. Retrocedió.
—Disculpe… Creo que me está confundiendo.
en un tono un poco bajo. Como si no quisiera oír la respuesta, pues sentía ya conocerla.
El ambiente se tornaba cada vez más incómodo. Sus esperanzas se marchitaron y su
Al volver a la oficina, se percató del cuaderno escolar, de portada vieja y maltratada. Miró a su alrededor, buscando a quien la pudiera haber olvidado. No había nadie en el lugar. La hora de comer había comenzado hacía más de cinco minutos.
De entre las hojas se le escapó una nota, la cual cayó en el suelo. La recogió.
«Quizá esto te refresque la memoria. No sé si ayude mucho», decía el trozo de papel. Había un texto tachado, ilegible, por la
Se quedó en silencio, cruzado de piernas, recargando en el respaldo de la silla
Decía en una letra tosca y fea que le parecía muy familiar. El texto no abarcaba más de algunos renglones y había un gran espacio en blanco al final del papel.
Arqueó una ceja en una expresión de poco o quizá, nulo interés. Soltó un bostezo.
«Viernes 4 de Marzo, 2020
Querido diario.
Hoy es mi segundo día en el trabajo. Ayer me fue bastante bien, me presentaron a algunos de mis compañeros y me hablaron un poco de como será mi trabajo. Ahora soy parte del F.E.M. dama21 "los caza topos", y bueno, creo que es un poco obvio lo que hago.
Estar aquí me hace sentir que todos los años quemándome las pestañas valieron cada jodido minuto. Mi habitación es un poco pequeña, pero es mucho mejor qué compartir cuarto con 30 personas. Estoy muy satisfecho. Aunque
Sería genial recibir un sueldo como los compañeros. ¿Sabes? El jefe dice que lo haré algún día si me esfuerzo para lograrlo.
Cómo sea. Hoy me asignarán mi primera misión. No creo que vayan a darme algo digno de una película de acción. Cómo soy nuevo enon la mirada a alguien sospechoso. Pero bueno, no importa que trabajo sea; tengo que dar lo mejor de mí.
« es que estaba charlando con un compañero, Mike.
Estaba quejándose de algo, y creo que pelearon o yo qué sé, no me meto en cosas que no me importan. El tipo se levantó y se fue, murmurando groserías en el camino. Recuerdo que dijo algo sobre que la mamá a los semáforos no se les respeta después de las once de la noche. Creo que Jack lo escuchó. Estaba rojo de coraje.
En algún punto de la conversación me atreví a llamar su atención. Solo quería preguntarle sobre cuando cree qué podría tener una paga con dinero real. Él tiene más tiempo que yo trabajando aquí y supuse que lo sabría o lo que sea. O sea, me gusta recibir vales de despensa. Son buenos, lo sé. Pero se acaban muy rápido y creo que sería mil veces mejor tener un sueldo como todos los demás.
El hijo de puta se burló de mí y me dijo que nunca pasaría. Dijo que soy un estúpido iluso, un borreguito del sistema y un montón de cosas bien culeras. Me sentí feo. :(
Le respondí que solo me tiene envidia porque el jefe me felicita por mi esfuerzo a mí y no a él. Luego la conversación se volvió más acalorada. Comenzamos tirándonos pequeñas indirectas, pero al final, solo decíamos insultos y groserías a diestra y siniestra, sin nada más. Al final me levanté y me fui en cuanto sentí mi autocontrol ceder contra las ganas de golpearlo en su estúpida cara. Cómo lo odio.
No lo saa de desconocidos por primera vez.